lunes, 26 de noviembre de 2012
viernes, 11 de mayo de 2012
viernes, 27 de abril de 2012
ISLANDIA: UNA ISLA SOBRE LA DORSAL ATLÁNTICA
Islandia se sitúa en el tercio septentrional de la dorsal atlántica que, con un eje norte-sur, disecciona la isla, y al mismo tiempo sirve de límite a las placas continentales americana y eurasiática. La enorme actividad sísmica a lo largo de este accidente geológico, se manifiesta mediante potentes erupciones submarinas bajo el Atlántico, y en forma de afloramientos insulares de naturaleza volcánica.
Como consecuencia de esta violenta fuerza telúrica, el territorio formado por una buena parte de los fiordos occidentales, así como una amplia extensión de la franja oriental de Islandia, surgieron del mar hace 16 millones de años, por lo que desde el punto de vista geológico, la isla es una de las masas terrestres más jóvenes del planeta. No obstante, en los fiordos de la parte occidental de la isla también quedan abundantes restos de la antigua masa emergida, que hace 50 millones de años formaba la meseta de Thule, a todos los efectos un puente de tierra entre Europa y Groenlandia hoy desaparecido bajo las aguas del océano.
Sin embargo, la mayor parte de la restante superficie insular es mucho más reciente, por cuanto la ubicación de Islandia sobre la mismísima dorsal atlántica y la consecuente partición de su tierra emergida en dos mitades pertenecientes a cada una de las mencionadas placas tectónicas, origina que los seísmos y las erupciones volcánicas se manifiesten continuamente, hasta el punto de haberse estimado que la tercera parte de todas las coladas de lava surgidas en el globo en último milenio se han generado en la inestable Islandia.
En la actualidad, Islandia posee un elevado número de volcanes activos, como Eldfell, Ór Kat Hek y Grimsvótn. Del mismo modo, la terrible fisura volcánica de Krafla, en las inmediaciones del lago Myvatn, ha experimentado en el último cuarto de siglo notables afloramientos de lava que continúan enfriándose en la actualidad, por lo gran parte de la región cruzada por la falla mantiene a nivel de suelo una temperaturas altísimas palpables por simple tacto y notorias por la peculiaridad de que diversos cultivos de tubérculos locales tuvieron que ser abandonados al madurar cocidos directamente por el gran calor latente en el subsuelo.
Las manifestaciones geotermales acordes a la naturaleza de la isla constituyen uno de sus principales alicientes, en forma de fumarolas, solfataras, pozas de barros hirvientes, géiseres y manantiales en grado de ebullición. La topografía islandesa, del mismo modo, es abundante en cráteres, calderas y lagos volcánicos, destacando a nivel geológico los grandes depósitos de escoria, lava, riolita (lava ácida) y tefra en general (materiales varios expulsados durante una erupción).
Tomado de: http://nogalescano.blogspot.com.es/2008/04/geologa_04.html
martes, 21 de febrero de 2012
Reviven una planta que estuvo enterrada 30.000 años bajo el hielo de Siberia
Las semillas estaban a 38 metros de profundidad
Pedro Cáceres. El Mundo
Una planta con flores que vivió hace 30.000 años ha vuelto a vivir gracias a la laboriosa tarea de un grupo de investigadores rusos que han desenterrado un fruto enterrado en el suelo helado de Siberia y han conseguido replicar nuevos ejemplares utilizando los tejidos conservados bajo cero durante milenios.
La clave de esta 'resurrección está en el permafrost, la capa de suelo helado que ocupa millones de kilómetros cuadrados de las latitudes boreales y donde se almacena un gran banco de semillas y organismos congelados desde largos periodos de tiempo. Los científicos han logrado 'reanimar' muchos microorganismos, pero hasta el momento, sin embargo, no habían conseguido encontrar restos viables de plantas con flor .
El avance obtenido ahora por David Gilichinsky y sus colegas de la Academia Rusa de Ciencias ha sido publicado en la revista PNAS en un artículo que explica cómo desenterraron frutos y semillas de 'Silene stenophylla' una planta herbácea del Pleistoceno. Los restos formaban parte de la 'despensa' de un roedor prehistórico, una especie de ardilla terrestre que enterró su comida en un lugar cercano al río Kolyma, en el noreste de Siberia.
Las semillas y frutos estaban conservados a una profundidad de 38 metros, en sedimentos que permanecen siempre a temperaturas bajo cero. Una vez recogidas las muestras, datadas por el método del radiocarbono en unos 30.000 años, los investigadores de la Academia Rusa de Ciencias replicaron la planta por el método de cultivo de tejidos y de micropropagación, lo que les ofreció clones del ejemplar obtenidos de la parte germinativa de los frutos congelados bajo el hielo. Trasplantados los jóvenes vástagos a macetas de crecimiento, las resucitadas Silenes crecieron, florecieron un año más tarde y dieron frutos de nuevo.
Según los investigadores, las plantas regeneradas tienen un fenotipo distinto al de los ejemplares existentes en nuestros días de la misma especie. Sostienen que el trabajo demuestra que el permafrost es una rica fuente de material genético de plantas silvestres y una reserva de genes antiguos.
Pedro Cáceres. El Mundo
Una planta con flores que vivió hace 30.000 años ha vuelto a vivir gracias a la laboriosa tarea de un grupo de investigadores rusos que han desenterrado un fruto enterrado en el suelo helado de Siberia y han conseguido replicar nuevos ejemplares utilizando los tejidos conservados bajo cero durante milenios.
La clave de esta 'resurrección está en el permafrost, la capa de suelo helado que ocupa millones de kilómetros cuadrados de las latitudes boreales y donde se almacena un gran banco de semillas y organismos congelados desde largos periodos de tiempo. Los científicos han logrado 'reanimar' muchos microorganismos, pero hasta el momento, sin embargo, no habían conseguido encontrar restos viables de plantas con flor .
El avance obtenido ahora por David Gilichinsky y sus colegas de la Academia Rusa de Ciencias ha sido publicado en la revista PNAS en un artículo que explica cómo desenterraron frutos y semillas de 'Silene stenophylla' una planta herbácea del Pleistoceno. Los restos formaban parte de la 'despensa' de un roedor prehistórico, una especie de ardilla terrestre que enterró su comida en un lugar cercano al río Kolyma, en el noreste de Siberia.
Las semillas y frutos estaban conservados a una profundidad de 38 metros, en sedimentos que permanecen siempre a temperaturas bajo cero. Una vez recogidas las muestras, datadas por el método del radiocarbono en unos 30.000 años, los investigadores de la Academia Rusa de Ciencias replicaron la planta por el método de cultivo de tejidos y de micropropagación, lo que les ofreció clones del ejemplar obtenidos de la parte germinativa de los frutos congelados bajo el hielo. Trasplantados los jóvenes vástagos a macetas de crecimiento, las resucitadas Silenes crecieron, florecieron un año más tarde y dieron frutos de nuevo.
Según los investigadores, las plantas regeneradas tienen un fenotipo distinto al de los ejemplares existentes en nuestros días de la misma especie. Sostienen que el trabajo demuestra que el permafrost es una rica fuente de material genético de plantas silvestres y una reserva de genes antiguos.
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