viernes, 27 de abril de 2012

ISLANDIA: UNA ISLA SOBRE LA DORSAL ATLÁNTICA


Islandia se sitúa en el tercio septentrional de la dorsal atlántica que, con un eje norte-sur, disecciona la isla, y al mismo tiempo sirve de límite a las placas continentales americana y eurasiática. La enorme actividad sísmica a lo largo de este accidente geológico, se manifiesta mediante potentes erupciones submarinas bajo el Atlántico, y en forma de afloramientos insulares de naturaleza volcánica.

Como consecuencia de esta violenta fuerza telúrica, el territorio formado por una buena parte de los fiordos occidentales, así como una amplia extensión de la franja oriental de Islandia, surgieron del mar hace 16 millones de años, por lo que desde el punto de vista geológico, la isla es una de las masas terrestres más jóvenes del planeta. No obstante, en los fiordos de la parte occidental de la isla también quedan abundantes restos de la antigua masa emergida, que hace 50 millones de años formaba la meseta de Thule, a todos los efectos un puente de tierra entre Europa y Groenlandia hoy desaparecido bajo las aguas del océano.

Sin embargo, la mayor parte de la restante superficie insular es mucho más reciente, por cuanto la ubicación de Islandia sobre la mismísima dorsal atlántica y la consecuente partición de su tierra emergida en dos mitades pertenecientes a cada una de las mencionadas placas tectónicas, origina que los seísmos y las erupciones volcánicas se manifiesten continuamente, hasta el punto de haberse estimado que la tercera parte de todas las coladas de lava surgidas en el globo en último milenio se han generado en la inestable Islandia.

En la actualidad, Islandia posee un elevado número de volcanes activos, como Eldfell, Ór Kat Hek y Grimsvótn. Del mismo modo, la terrible fisura volcánica de Krafla, en las inmediaciones del lago Myvatn, ha experimentado en el último cuarto de siglo notables afloramientos de lava que continúan enfriándose en la actualidad, por lo gran parte de la región cruzada por la falla mantiene a nivel de suelo una temperaturas altísimas palpables por simple tacto y notorias por la peculiaridad de que diversos cultivos de tubérculos locales tuvieron que ser abandonados al madurar cocidos directamente por el gran calor latente en el subsuelo.

Las manifestaciones geotermales acordes a la naturaleza de la isla constituyen uno de sus principales alicientes, en forma de fumarolas, solfataras, pozas de barros hirvientes, géiseres y manantiales en grado de ebullición. La topografía islandesa, del mismo modo, es abundante en cráteres, calderas y lagos volcánicos, destacando a nivel geológico los grandes depósitos de escoria, lava, riolita (lava ácida) y tefra en general (materiales varios expulsados durante una erupción).

Como formaciones naturales de origen magmático, las columnas basálticas constituyen sin género de dudas la variante más espectacular, debido a sus curiosos diseños geométricos, tal y como pueden contemplarse en Svartifoss (Parque Nacional de Skattafell) y en el Parque de Jókulsárgljúfur, generados a raíz de la súbita contracción del material magmático al contacto con el aíre.
 
Tomado de: http://nogalescano.blogspot.com.es/2008/04/geologa_04.html